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Métodos de control

Control químico

Actualmente, la aplicación de fungicidas es indispensable para el control económico de la mancha foliar del caqui. Las autorizaciones vigentes en este frutal sólo permiten la aplicación de fungicidas cúpricos. Estos compuestos tienen una eficacia limitada, especialmente en parcelas con elevada presión de enfermedad, y son propensos a causar problemas de fitotoxicidad cuando se aplican de forma repetida y en épocas de altas temperaturas. Durante las últimas campañas se han autorizado de forma excepcional en caqui los fungicidas piraclostrobin, difenoconazol y mancozeb, pero sujetos a unas condiciones muy estrictas respecto al número de tratamientos permitidos, plazos de seguridad y período de aplicación.

 

El momento adecuado para realizar las aplicaciones fungicidas debe coincidir con la presencia de brotes susceptibles, ascosporas de M. nawae en el aire y condiciones ambientales favorables para la infección. La dinámica de estos tres factores es muy variable según la climatología de cada año, por lo que es necesario realizar seguimientos periódicos. Existen técnicas aerobiológicas para la detección de ascosporas en el aire con diferentes niveles de precisión, coste y complejidad. La mayoría de estos sistemas funcionan con una periodicidad semanal y difícilmente permiten disponer de datos en tiempo real. Actualmente se utiliza una técnica basada en la extracción de las ascosporas de la hojarasca mediante un túnel de viento (Vicent et al., 2012). Con este método es posible estimar la liberación de ascosporas en el aire con una a dos semanas de antelación, lo que facilita la programación adecuada de las aplicaciones fungicidas de forma preventiva antes de las infecciones. Por lo general, para cubrir el período de infección en primavera son necesarios entre dos y cuatro tratamientos, dependiendo de las temperaturas y la frecuencia de las lluvias. Las aplicaciones realizadas después de este período no son eficaces y pueden ocasionar problemas de residuos en la fruta. La protección de las hojas mediante tratamientos fungicidas supone también una medida de reducción de inóculo, ya que la cantidad de hojarasca infectada en la parcela va reduciéndose progresivamente, no siendo necesario en la mayoría de los casos su eliminación mediante las técnicas descritas anteriormente.

Control biológico

No hay ninguna alternativa de este tipo validada para el control de la esta enfermedad

Medidas culturales

Durante los primeros años de desarrollo de la enfermedad es muy importante reducir el inóculo en las parcelas mediante la eliminación de la hojarasca del suelo. Esta práctica agronómica debe realizarse justo en el momento en el que los árboles han completado la caída de la hoja. De esta forma se evita en lo posible el arrastre de hojas por el viento y su deposición en zonas poco accesibles como acequias, ribazos o parcelas colindantes. Para la eliminación de la hojarasca pueden emplearse diferentes técnicas, como la incorporación al suelo mediante laboreo, la incineración controlada o el compostaje. Las aplicaciones de urea y otros compuestos para acelerar la descomposición de la hojarasca han mostrado una cierta eficacia en la reducción del inóculo de patógenos similares en otros frutales (Sutton et al., 2000; Llorente et al., 2006). En el caso de la mancha foliar del caqui no existen datos sobre su eficacia, pero en ningún caso serían sustitutivas de las técnicas de eliminación de la hojarasca descritas anteriormente. Es importante resaltar que las medidas de reducción de inóculo han de adoptarse de forma conjunta a nivel regional, ya que las ascosporas pueden diseminarse fácilmente de unas parcelas a otras. Como se verá más adelante, una vez que las estrategias de aplicaciones fungicidas previenen de una forma efectiva las infecciones foliares de M. nawae, las medidas de reducción inóculo en la hojarasca pasan a un segundo plano. Se ha demostrado que con el riego por inundación (a manta) se liberan muchas mas ascosporas de la hojarasca que con el riego localizado (goteo), aunque se desconoce el impacto que esto puede tener sobre el desarrollo de la enfermedad (Vicent et al., 2011).