1.- Conceptos básicos
El objetivo de un tratamiento fitosanitario es distribuir un producto plaguicida de manera eficiente y respetuosa con el operador y con el medio ambiente. Para ello, el tratamiento debe:
- realizarse de manera segura para el operador
- controlar adecuadamente la plaga, influyendo lo menos posible en la fauna útil y en el resto del ecosistema
- dejar en el fruto la menor cantidad posible de residuos que puedan afectar a la salud humana
- ser económicamente rentable
La aplicación de la mayor parte de los tratamientos fitosanitarios se realiza mediante pulverización o espolvoreo. La pulverización consiste en el fraccionamiento en gotas de un caldo, que es la mezcla del producto fitosanitario con un líquido (normalmente agua), y su reparto sobre toda o parte de la superficie de los árboles. El espolvoreo se basa en distribuir, por medio mecánicos o neumáticos, partículas finas de productos en polvo. También se aplican productos sistémicos a través del riego o mediante inyecciones en el tronco, pero en este capítulo no nos referiremos a estos tratamientos, ya que actualmente no están muy mecanizados.
Casi todos los tratamientos insecticidas que se aplican a cítricos se realizan mediante pulverización hidráulica. Para ello, el caldo se hace pasar a presión por un orificio practicado en la boquilla. La resistencia que opone el orificio a la vena líquida a presión produce la fragmentación en gotas. La propia presión proporciona la energía necesaria para su transporte.
Cuando para favorecer el transporte de las gotas hacia la vegetación y remover las hojas de los árboles se utilizan corrientes turbulentas de aire producidas por un ventilador se produce lo que se conoce como pulverización hidráulica asistida por aire o pulverización hidroneumática.
Al aplicar un producto fitosanitario se pretende que éste alcance el objetivo. Sin embargo, parte del caldo se escurre de los árboles y cae al suelo (es lo que se denomina escorrentía) o sale de las copas de los árboles y se dirige hacia la atmósfera (deriva) (Figura 1). La norma ISO 22866 define como deriva a la cantidad de producto fitosanitario que se transporta fuera del área tratada por la acción de las corrientes de aire durante el proceso de aplicación. Para que un tratamiento sea eficiente, a la vez que respetuoso con el medioambiente, es necesario minimizar las pérdidas por escorrentía y deriva y conseguir un recubrimiento adecuado de determinadas partes del árbol.
El tamaño con que se producen las gotas influye tanto sobre la eficacia del tratamiento para controlar la población del fitófago como sobre la eficiencia del mismo. Por un lado, las gotas deben ser pequeñas: a igualdad de volumen aplicado, se consigue un mayor recubrimiento de la superficie cuando el diámetro de los impactos es menor. Además, las gotas pequeñas se adhieren mejor a los órganos de la planta y no escurren. Por otro lado, cuanto mayor masa tienen las gotas, más fácilmente se pueden dirigir (se ven menos afectadas por los fenómenos de deriva) y se evaporan más despacio. Así pues, para una correcta aplicación se debe conseguir un equilibrio: la gota debe ser lo suficientemente pequeña para producir un adecuado recubrimiento y no escurrir, y lo suficientemente grande como para poder ser dirigida adecuadamente, no evaporarse antes de llegar a la planta y permanecer un tiempo suficiente sobre ella.
Existen tres factores que influyen sobre la efectividad del tratamiento para controlar una plaga: la capacidad biocida del producto, el momento en que se realiza el tratamiento y la correcta selección y adecuada regulación de la maquinaria, que es la responsable de proporcionar el caudal de caldo y el tamaño de gotas adecuados al tratamiento.
La capacidad biocida de los productos fitosanitarios debe ser demostrada a la hora de su registro. Toda la información sobre qué productos están registrados en cítricos para las diferentes plagas se puede encontrar en el siguiente enlace: http://www.magrama.gob.es/es/agricultura/temas/sanidad-vegetal/productos-fitosanitarios/registro/menu.asp
Asumiendo que se utiliza un producto con la capacidad biocida adecuada, el momento en que se aplica influye mucho en su eficacia, pues ésta depende enormemente del estado de desarrollo en que se encuentran las formas vivas de la población de la plaga y de las condiciones meteorológicas. Como se ha visto en los capítulos anteriores, a medida que los individuos se desarrollan, varía su sensibilidad a la acción de los productos fitosanitarios, ya que pueden desarrollar escudos, colonias, telarañas o excretar sustancias que los protegen y evitan o reducen la posibilidad de que el producto alcance sus órganos sensibles. Por este motivo, se recomienda realizar los tratamientos cuando existe una mayoría de individuos que se encuentra en la fase más sensible al producto.
Por lo que se refiere a las condiciones meteorológicas, existen intervalos favorables de temperatura, humedad relativa y velocidad del viento que aumentan la persistencia del producto o favorecen la llegada del mismo hasta el objetivo. Así, como norma general, se recomienda realizar los tratamientos a temperaturas menores de 25 °C, humedades relativas superiores al 50 % y prácticamente en ausencia de viento (vientos menores a 2 km/h). En condiciones de temperatura alta o humedad relativa baja, se produce una fuerte evaporación de las gotas de pulverización, lo que provoca una disminución de su tamaño y favorece la deriva, llegando incluso a producir su desaparición antes de que alcancen el objetivo. Asimismo, si las condiciones meteorológicas producen una rápida evaporación del producto depositado sobre el árbol, su efecto biocida puede ser menor, ya que disminuye el tiempo de exposición de la plaga al mismo.
El exceso de viento incrementa la deriva, lo mismo que las corrientes verticales que se producen cuando el aire que está en contacto con el suelo se calienta y asciende. Estas situaciones de inestabilidad atmosférica se dan, por ejemplo, en las horas centrales de los días de verano, sobre todo en las zonas en las que rigen las brisas litorales.
Por lo general, los profesionales del sector tienen mucha información sobre los diferentes productos fitosanitarios que hay en el mercado. Sin embargo, falta información sobre la manera correcta de distribuirlos y la eficacia de los tratamientos depende mucho de la forma en que se aplican. De aquí la importancia de la correcta utilización y mantenimiento de la maquinaria.
Como comentamos anteriormente, para una correcta pulverización del producto la máquina debe proporcionar un tamaño adecuado de las gotas, que depende del modo de actuación del producto y de la plaga que se pretende controlar. Según su modo de actuación, los productos fitosanitarios se clasifican en:
- De contacto: son aquellos que al entrar en contacto con los fitófagos penetran en los mismos.
- De inhalación: producen vapores que afectan a los fitófagos al ser respirados
- De ingestión: son productos que son tóxicos al ser ingeridos por los fitófagos.
- De sofocación: actúan físicamente, bloqueando las vías respiratorias. Un ejemplo típico son los aceites minerales, que no actúan por contacto sino cubriendo las vías respiratorias del fitófago.
Teniendo en cuenta el modo de acción de los productos y el tipo de plaga a combatir, los tratamientos fitosanitarios también se pueden clasificar según su modo de distribución, distinguiendo entre:
- Tratamientos de cobertura. Son los que se emplean más habitualmente en citricultura puesto que la mayoría de las plagas se fijan a los órganos vegetales o tienen reducida movilidad. En ellos se pretende un gran recubrimiento en determinadas zonas del árbol para aumentar la probabilidad de alcanzar al fitófago. Para ello, se utilizan grandes volúmenes de caldo. Sin embargo, en los tratamientos de cítricos es muy difícil conseguir un recubrimiento homogéneo dada la forma globosa y el denso follaje de los árboles, fundamentadle ahí la importancia de ajustar correctamente las máquinas.
- Tratamientos cebo: En estos tratamientos el objetivo es atraer al insecto hacia el insecticida, por lo que su eficacia no depende tanto del recubrimiento. Se emplean en el caso de plagas móviles, como la mosca mediterránea de la fruta. Para ello se trata de pulverizar el producto junto con un atrayente para formar pequeños depósitos sobre la vegetación, que actúen como un cebo. En general, no es necesario aplicarlos sobre las copas de todos los árboles, ni penetrar en el interior de las mismas. En general, los tratamientos cebo necesitan tamaños de gotas grandes (1-4 mm de diámetro) para aumentar el tiempo de permanencia del producto sobre el árbol y no requieren elevados volúmenes de caldo.
- Tratamientos sistémicos: se distribuyen por el árbol gracias a que se transportan por la savia. En ellos no se necesitan grandes recubrimientos.
El tamaño y cantidad de las gotas en que se distribuye el producto depende del tipo de boquilla, de su sección de salida y de la presión con que llega el caldo hasta la misma, además, de las características intrínsecas del líquido a pulverizar. En una boquilla, a mayor presión se distribuye más cantidad de caldo y se consiguen gotas más finas, por lo que es fundamental seleccionar adecuadamente las boquillas y controlar la presión para producir un adecuado tamaño de gotas.
Desde el punto de vista del ajuste de la maquinaria, un tratamiento homogéneo se consigue seleccionando adecuadamente:
- la presión de trabajo y el tipo de boquilla con que se realiza el tratamiento, que debe producir el tamaño de gota deseado.
- la velocidad de trabajo, que hace variar tanto el recubrimiento que se alcanza como la cantidad de producto que se deposita por unidad de superficie,
- en el caso de los pulverizadores asistidos por aire, el caudal y la velocidad del mismo, para alcanzar las zonas que se pretenden tratar y mover las hojas para que el producto se deposite en toda la superficie objetivo.